lunes, 23 de mayo de 2011

el Papa conversó con astronautas, ALGO MUY INEDITO!!!

Una comunicación de 20 minutos fue el primer contacto directo entre la máxima autoridad de la Iglesia y el espacio exterior.
El Papa Benedicto XVI conversó el pasado sábado con la tripulación del transbordador espacial Endeavour y de la estación espacial ISS en lo que fue el primer contacto que se realiza entre el Vaticano y el espacio exterior. “Bienvenido a bordo, su Santidad”, fue el saludo de los astronautas al iniciar la conexión.
“Creo que debe ser obvio para ustedes como para todos nosotros que vivamos juntos en una misma Tierra y cuán absurdo es que nos estemos peleando y matando”, dijo el Papa según informa la agencia AFP.
“Cuando ustedes están contemplando la Tierra desde allá arriba, ¿se han preguntado sobre la manera en que los países y las personas viven juntos allá abajo, sobre cómo la ciencia puede contribuir a la causa de la paz?”, les consultó mediante una la comunicación televisada.
“Nosotros volamos sobre gran parte del mundo y no se ven fronteras”, contestó Mark Kelly, comandante del Endeavour, antes de señalar que, efectivamente, es inevitable ver la violencia en el mundo.
“La ciencia y la tecnología que ponemos dentro de la estación espacial para desarrollar energía solar, lo que nos podría dar un monto ilimitado de energía, y si aquellas tecnologías pudieran ser adaptadas más en la Tierra, posiblemente podríamos reducir en algo esa violencia”, agregó.

martes, 17 de mayo de 2011

LA EXISTENCIA DE DIOS EN LAS CINCO PRUEBAS A POSTERIORI DE SANTO TOMÁS DE AQUINO EN LA SUMMA THEOLOGICA I Q.2 AD 3

Si Dios existe, es por él mismo es él que es (ego sum qui sum ); gracias a él yo tengo vida  ahora estoy haciendo una revisión monográfica, mi motivo principal en escoger un tema muy “controversial”- quizás para algunos no creyestes-  sobre la existencia de Dios , como mucha gente usando estos términos o teniendo experiencias de estas cincos vías tomistas no cree en la existencia de un Dios, las cinco vías como se manifiestan están muy claras para poder llegar a declarar que Dios si existe. El motivo secundario fue como mucha gente rechaza a Dios sin querer usar estas vías, sin saber que en ellas se encuentra a través y solo con la razón, la existencia de un Ser Superior a nosotros mismo, la necesidad de querer mostrar al público que utilizando estas vías llegamos a un conocimiento racional de Dios de manera que todo ser humano- sea católico o ateo- pueda conocer y amar a su Creador, el interés académico fue bastante interesante ya que en el curso sobre Teodicea se estudio las existencia de Dios y  como cada vía no remite en ultimo termino a Dios, esse ipsum susbsistens. 
Que Dios existe se ha demostrado de muchas maneras y se puede demostrar de muchas más. En rigor, cualquier cosa que existe, con existencia real, es un punto de partida suficiente para demostrar que Dios existe. Como hemos visto en otra ocasión, el sentido común sería suficiente para saberlo. Pero también es natural e intelectualmente necesario que nos exijamos pruebas racionales en el más riguroso sentido de la palabra. Si queremos que se nos demuestre rigurosamente la existencia de Dios, debemos estar «pre-dispuestos» a razonar rigurosamente y aplicar la lógica racional a los argumentos. Se nos podrá decir: tú ya comienzas presuponiendo que Dios existe, crees en su existencia, estás inclinado a aceptar cualquier apariencia de demostración; pero en rigor, esas pruebas que tú propones no concluyen, no convencen más que a los que ya creen. Pero, a su vez, podemos replicar justamente: lo cierto es que tú pre-juzgas la inexistencia de Dios o la imposibilidad de demostrarla y no estás dispuesto a reconocerla aunque Dios se te presentara en “carne mortal”. De hecho, Dios se ha presentado en “carne mortal” y, según los Evangelios, resucitó a Lázaro después de cuatro días de iniciar su corrupción en el sepulcro. Pero muchos que lo vieron no creyeron en Él. Queremos decir que es cierto que para que una demostración de la existencia de Dios se entienda concluyente, es preciso tener alguna predisposición a aceptar el resultado, sea el que fuere, porque si no, sucederá como a algunos filósofos que niegan incluso la existencia del mundo y sólo reconocen acaso la suya propia. Con tales presupuestos es punto menos que imposible demostrar nada. Sólo cabría, si no fuera una falta de educación, tirarles una mesa a la cabeza, para que se dieran cuenta de que existe algo más que su mente. Pero aún así, cuando uno no está dispuesto a aceptar más que la realidad que desea, se sale por lo colindante. Menos aún aceptará que Dios existe y que es Creador. Lo cual no quiere decir que no pueda demostrarse sino que -lo adelantamos- hace falta un mínimo de rigor intelectual, una disposición de querer razonar según la lógica racional, es decir, según las leyes que la misma razón descubre en sí misma y que el orden de la realidad implica para poder discurrir con certeza hacia cualquier verdad. Si nosotros no cumplimos este requisito, reconoceremos a quien le muestreemos, que nuestro intento se ha frustrado.
Establecida la posibilidad y necesidad de demostrar la existencia de Dios, vamos a probar ahora que Dios existe realmente, reasumiendo las varias demostraciones que aducirse puede, en la triple demostración perteneciente al orden metafísico, al físico y al moral
a)    Demostración metafísica.
La razón y la experiencia nos revela a cada paso seres que comienzan a existir de nuevo, seres que dejan de existir después de un tiempo dado, seres que, atendida su naturaleza, pueden existir o no existir, y que si existen es porque reciben el ser de alguna causa, lo cual vale tanto como decir que a la luz de la razón y de la experiencia, es indudable que existen seres contingentes y producidos: luego es necesario que exista algún ser necesario y no producido. La legitimidad de esta deducción se prueba, porque el ser contingente, como contingente, envuelve en su concepto la posibilidad y hasta la indiferencia para existir o no existir, y el ser producido, en cuanto producido, supone y exige un ser producente, a no ser que digamos que una cosa puede producirse a sí misma, y ser causa eficiente antes de existir. Ahora bien: el ser o la cosa que determinó el ser contingente y producido A existir, o existe por sí mismo y por necesidad absoluta de su naturaleza, o recibió el ser de otra causa anterior y superior. Si lo primero, ya tenemos un ser que existe por necesidad de su naturaleza, y por consiguiente a se, independiente de todo ser, y no producido, que es precisamente lo que entendemos en general por Dios. Si lo segundo, o es necesario proceder in infinitum en la serie de causas, o es preciso llegar finalmente a una suprema y primera, en la que se verifiquen los atributos o predicados indicados. Es así que una serie infinita de causas es inadmisible.
b) Demostración del orden físico.
Presupuesta, en virtud de la demostración anterior, la necesidad de una causa primera, suprema, independiente y no producida del mundo, o de los seres contingentes, mudables y finitos que encierra, el orden admirable que entre estos seres existe, las leyes constantes que rigen su conservación y movimientos, la relación y proporción de los medios con los fines, el enlace y subordinación de las causas y efectos, y últimamente la existencia del hombre dotado de inteligencia y libertad, persuaden a la razón más rebelde que la causa suprema y primitiva del mundo, debe ser una inteligencia y una inteligencia muy superior a la del hombre, y tan perfecta como poderosa.
c) Demostración por  el argumento moral.
Si lo que la lógica llama criterio de sentido común tiene valor real y científico, es indudable que la existencia de Dios, es una verdad inconcusa; porque ninguna de las que suelen apellidarse verdades de sentido común, reúne con tanta exactitud las condiciones de este criterio. Los ignorantes, las naciones civilizadas y los pueblos salvajes, los paganos y los cristianos, durante los períodos primitivos de la historia, como en los siglos medios y modernos, la humanidad toda, por decirlo de una vez, afirma y reconoce la existencia de Dios como ser superior al hombre y a los seres que le rodean, siquiera al determinar su naturaleza y atributos, incurra en errores más o menos notables.



LAS CINCO VÍAS DE SANTO TOMAS
Santo Tomás, en Summa Theologiae I, q. 2, a. 3, expone cinco argumentos o caminos, que denomina vías, para demostrar la existencia de Dios. La formulación que realiza es una elaboración o sistematización a partir de demostraciones de otros autores (principalmente, Aristóteles, Avicena, Platón y San Juan Damasceno), profundizándolas con su síntesis filosófica original; en este sentido debe decirse que, aunque haya tomado diversos elementos de otros autores, son originales suyas, ya que él las dotó de la más grande profundización, por cuanto son aplicación de los principios de la metafísica del ser. Después de la sistematización llevada a cabo por Tomás de Aquino, las demostraciones de la existencia de Dios deberán tener en cuenta las pruebas tomistas, incluso aunque se las desfigure, o sean criticadas en algún punto o negadas completamente. Por ello, al final de la explanación de cada una de las vías, aludiremos a los autores más relevantes que han dado argumentos para demostrar a Dios o negar una prueba racional del Absoluto basados en la admisión o rechazo de las pruebas tomistas. Santo Tomas propone cinco argumentos, o cinco vías para demostrar la existencia de Dios. Todas ellas tienen un antecedente en otros filósofos anteriores. Pero  el vigor y la precisión con que las formula el Santo Doctor le dan un neto matiz de originalidad.
Las cinco vías tienen un mecanismo de desarrollo semejante, cada una es una prueba completa, apodíctica y concluyente por sí sola, llevando desde su punto de partida hasta su término. Todos ellas arrancan de hechos reales de experiencia, fijándose en distintos aspectos de la realidad de los seres del mundo físico. Todos coinciden en la afirmación de que en una serie causal no se puede proceder indefinidamente sino que es necesario detenerse en un término. Y todos convergen en un mismo punto de llegada, que es Dios. (C.GI 13; II 15; in physica VII 2)
El artículo en que Santo Tomás expone esos cinco procedimientos para remontarse hasta Dios es posterior a los que trata sobre la necesidad de la demostración de Dios (a. 1: an Deus esse sit per se notum), ya que su existencia no es evidente para nosotros, y de la posibilidad de la demostración (a. 2: an Deus esse sit demostrabile) per effectus nobis notos. Ahora va a pasar a la demostración propiamente dicha.

Las vías expuestas por Santo Tomás tienen una estructura parecida. Hay en ellas cuatro elementos:
A) El antecedente.
B) El punto de partida.
C) La aplicación de la causalidad al punto de partida.
D) La imposibilidad de proceder al infinito en la serie de las causas.
E) El término final: necesidad de la existencia de Dios.



1.- PRIMERA VIA: POR EL MOVIMIENTO (prima autem et manifestior via est quae sumitur ex parte motus)
La primera de las cinco pruebas del “Doctor Angélico” es la del movimiento que se encuentra en Aristóteles (Metafísica, libro 12; física, libro 8) que fue utilizada por Maimónides y por San Alberto Magno.
El primero de los argumentos parte del hecho del movimiento o cambio. Nadie puede dudar acerca de este hecho: del movimiento en el mundo sensible, del movimiento de las cosas tal y como las vemos. Es algo evidente, a diferencia de la proposición “Dios existe”. Y este es el método de la metafísica de ese: primero vemos la realidad sensible, alcanzando después un principio y desde el principio alcanzado deducimos. ¿A qué principio llegamos a partir de esta observación? Pasamos aquí de un hecho de experiencia a un principio que se deriva de la experiencia. ¿De qué manera? Mediante la definición del movimiento. ¿Qué es el movimiento? En el movimiento tenemos un acto imperfecto, porque  si fuera una potencia no estaría en movimiento, y si fuera acto perfecto no se movería ya mas, ha de hallarse entre medias: un acto, pero un acto imperfecto. Ahora bien, no puede moverse en orden al movimiento, si esta en potencia (una potencia no se mueve). Para actuar, una cosa ha de ser en acto: solo el acto se mueve. Para que algo actué, primero ha de ser, esto es, ser en acto, porque si es en potencia, todavía no es. Solamente es cuando es en acto. Así, para moverse, ha de ser en acto.
Pero si algo está  en potencia, no puede moverse a sí mismo, porque no está en acto. Por ello, ha de ser otra cosa la que lo mueva. Pero para que algo se mueva, esto ha de ser en acto. Por ello, si algo se mueve, debe haber otra cosa que lo mueva, porque una cosa no pude moverse a sí misma: todo lo que se mueve, es movido por otro. Ahora si ese otro es a su vez movido, precisa entonces de otro distinto, y, así, llegamos a uno que no es movido por nada, porque no es en absoluto potencia, sino puro acto.
Llamamos  este “puro acto” Dios. Y no podemos proseguir ad infinitum en una cadena de motores: si no hay un “primero”, entonces, no hay movimiento alguno, pues el movimiento siempre proviene de otro. Hemos de llegar a uno que es el primer motor, que es inmóvil, y este primer motor inmóvil es lo que llamamos Dios.   Y ese motor es ¿móvil o inmóvil? Porque si es móvil tiene que ser movido por otro, y así seguiremos indefinidamente una serie de motores y móviles y se puede aumentar su número sin llegar a una Causa. De razón que es Primer motor es inmóvil para que pueda mover a los otros sin ser movido él mismo.
Cuando Aristóteles usó esta prueba, no concluyó que aquel “acto puro” debe ser Dios. Su “acto puro” o “primer motor” no es para él el Ser supremo. Por ello, no concibió el “acto como lo hace Santo Tomás(es decir, como “acto de ser”), sino solo como acto de la actividad o del movimiento. Santo Tomás, con mayor profundidad metafísica, concibe el acto puro como absolutamente puro, esto es, como la plenitud de ser, identificando así  a este con Dios mismo.
Fue criticado por Suarez, donde manifiesta que hay cosas que se mueven por si, el intenta explicar la actividad. Descartes se orienta por un movimiento local. Kant, negó la posibilidad de la demostración de un motor inmóvil, pero es imposible demostrar su existencia. Sostiene que el que produce el movimiento a de cambiar también.


2.- Por la subordinación de las causas eficientes (“ex ratione causae  efficientis”).
Está sugerida por el libro II de la metafísica de Aristóteles en el capitulo segundo; fue utilizada por Avicena, Alain de Lille y San Alberto.
Se inicia con otro hecho empírico, a saber el hecho de la actividad o causalidad eficiente. Observamos que las cosas actúan: por su actuación producen efectos, causan, son causas eficientes o agentes. “Producir” significa, causar eficientemente, causar un efecto eficientemente. Ahora bien para que una causa actué, ha de estar en acto, en acto de ser, porque la actividad sigue al ser: operari sequitur ese. Nada causa si no existe. Cuando vemos causas produciendo efectos (como una gata pariendo gatitos), podemos preguntarnos como ha llegado esta causa a estar en primer lugar, si para actuar ha de haber alguna causa. ¿Es este ser de la causa eficiente él mismo un efecto?
                             Existen en el mundo causas eficientes que concurren a la producción de una cosa. Hemos visto en el mundo que ninguna cosa es producida por si misma sino que concurren muchas causas para su generación. Nada puede ser la causa de sí mismo ni en el orden del ser ni en el orden de la operación, porque en cuanto causa tendría que ser anterior a sí misma en cuanto efecto, por consiguiente, unas causas son causadas por otras y de estas reciben el ser y el obrar. Se trata de una serie de causas subordinadas unas a otras. La actividad misma de causar. Ninguna cosa del mundo es causa de sí misma.  Nada está en potencia y en acto bajo el mismo aspecto.
              Como vimos, para  causarse a sí misma, una cosa debería estar, a la ve en acto y potencia en el mismo sentido. Por ello, ninguna causa puede causarse a sí misma. Y, así, tal causa particular ha de ser ella misma efecto de tal otra. Pero tampoco aquí podemos proceder ad inifitum, pues ello implicaría una actividad que no perteneciera a nadie, una actividad de la que no se puede dar explicación, es decir, ninguna actividad o causalidad, lo que contradice la evidencia sensorial
                  Una serie de causas subordinadas, no explicaría el efecto. Porque están causando en tanto que dependientes de otra. Si no hay una primera causa, tampoco habrá una intermedia, ni efecto, ni nada. Es necesaria la Causa Primera. Ha de llegar, así, a una Causa Primera, que es 1) Incausada, y 2) Causa de toda otra Causa. Y a esta primera causa eficiente Incausada, llamamos Dios. Si una causa existe es necesario remontarse a una Primera Causa que le hace ser: causa del ser de las cosas y de todo efecto creado. Descartes: tenemos la idea innata de Dios.



3.- Por la contingencia de los seres (“ex possibili et necessario”).
 Su antecedente, recogida por Maimónides que la tomo de Avicena, pero la desarrolló por su parte, se basa en que seres empiezan a existir y perecen, lo que demuestra que puede ser y no- ser.
El punto de partida es por la generación y corrupción de las cosas damos con lo posible (contingente: que puede ser y no ser) y lo necesario (lo que no puede no ser).  Con todo, algo es contingente en razón de la materia; y necesario en razón de la forma.  Esta observación  nos conduce al principio de que los entes que son generados y corrompidos no son necesarios: tanto pueden ser como no ser. Pero, supongamos que todas las substancias en el universo fueran de ese tipo: ¿sería esto posible? Si todas pudieran tanto ser como no ser, no habría razón alguna para que existieran: nada existiría, lo cual contradice indudablemente la evidencia. ¿Sin ninguna ellas ha llegado a ser necesariamente, que es lo que las hacer ser?
Lo que de esto  se sigue es que debe haber entes que sean como estos, que tengan que existir necesariamente, que no puedan no ser. Si todos ellos pudieran tanto ser como no ser, ninguno de ellos seria, por tanto, debe haber alguno que no pueda no ser. Ahora bien, esa necesidad se sigue es que debe haber entes que sean como estos, que tengan que existir necesariamente, que no puedan no ser. Ahora bien, esa necesidad de los entes que pueden no ser, puede, de nuevo, ser o bien por sí mismo o bien por otro (a se o ab alio): algo puede ser, o bien necesario por sí mismo, o bien necesario porque otro lo hizo así.                Las cosas que se generan o se corrompen es imposible que hayan existido siempre.  De ahí que, lo que no es no empieza a ser sino por algo que es, que tiene que ser necesario. De la nada, sólo sale nada.
Pero si todos ellos fueran “por otro”, de nuevo tendríamos una cadena ad infinitum, lo cual es imposible. Así, debe haber alguno que sea necesario por sí mismo, y sea la razón de la necesidad de todas las demás necesidades. Este ente que es “necesario por sí mismo” debe de ser, pues, el ser mismo (impsum esse) y lo llamamos Dios. Se llega por tanto a la existencia de un ser necesario per se. Este ser no ha recibido el ser de otro, sino que es su mismo ser, el mismo ser Subsistente.
                Se sustituyó por la prueba cosmológica o  “a contigencia mundi”. Hume : la idea de Dios no sería más que el resultado de nuestro espíritu, y Kant se trataría de una ilusión trascendental.  


4° Por los grados en las perfecciones en los seres (“ex gradibus qui in rebús inveniuntur”).
Su antecedente; sugerida por observación de la Metafísica de Aristóteles (2,1:4,4), pero anteriormente por  Platón y se basa en la doctrina de la participación. Es la profunda y metafísica.
Esta es la más difícil de las cinco. La cuarta “vía” se inicia por un hecho de experiencia que, en este caso es más inteligible que sensible, pues solo la inteligencia puede percibirlo, aunque sea percibido en la experiencia sensorial, y este es el hecho de los grados de perfección en los entes: la perfección es algo que solo la inteligencia puede aprehender.
No solo observamos que hay tipos de ente que son más perfectos que otros, sino que dentro del mismo tipo, observamos individuos más perfectos que otros individuos. Un ser viviente muestra mayor perfección de ser que una cosa inanimada, y entre los seres vivos hay también, obviamente, grado de perfección. Esta observación nos lleva  hasta el principio  de que esos grados implican la existencia de un máximo, porque el “más” y el “menos” solo significan algo en relación con un máximo. Hay dos tipos de perfecciones del ente.
1)      Perfecciones predicamentales o perfecciones de la esencia, fundadas sobre el acto formal, que es lo que determina el que la esencia sea lo que es, es decir, lo que determina la esencia como esencia, y no la esencia como ente : como , por ejemplo, la esencia del perro, no como tal perro existente en acto( con el acto de ser), sino del perro como una esencia en abstracto. ¿Qué perfecciones tiene la esencia? Perfecciones formales, como la materialidad,  la sustancialidad, la vida, la sensibilidad: perfecciones del perro como una esencia, in considerar el acto de ser.
2)      Perfecciones trascendentales o perfecciones puras, directamente fundadas en el acto de ser, y que, por lo tanto, han de encontrarse exclusivamente en substancias existentes en acto, no en ideas o abstracciones o esencias. Como vimos, la perfección de ser es el acto de ser: un ente es tanto más perfecto, como ente, mientras más actual sea. Y tanto es más actual cuanto es más uno, mas verdadero y mas bueno. Pero estas perfecciones, están participadas en los entes que existen realmente, siguiendo grados, e implican realmente u máximo subsistente, sin lo cual no podría tenerse por cierta su existencia actual.  Poseen participadas  esas perfecciones y, por ello, deben ser por otro, porque si las tuviera de ellos mismo, las poseerían en su plenitud. Por ello, ha de existir una cusa de dicha perfecciones que es todas esas perfecciones en su plenitud, es decir, el  ser mismo, la unida d mismo, la verdad misma, la bondad misma, y la causa de todas esas perenciones, si como las perfecciones (predicamentales) en todos los entes participados. Y llamamos a esta causa, Dios. La cuarta vía, es así, una especie de compendio de la metafísica: un ejercicio laborioso, pero de gran provecho.
Se mueve en la línea de la causalidad ejemplar o en la eficiente o es puramente platónica o se reduce a argumento ontológico. Kant ni siquiera la toma en cuenta.


5° Por el orden del universo y la finalidad interna de los seres naturales (“ex gurbernatione rerum”).
Existe  un ser inteligente, por el cual todas las cosas naturales son dirigidas a un fin, dicho proyecto nos lleva a un gobernante o arquitecto del mundo como observó Kant y no solamente es un demiurgo sino que es también Creador. Cosas que carecen de conocimiento obran por un fin.
Esta vía es la  más sencilla. Parte del hecho empírico de que todas las cosas actúan por un fin., cualquier cosa que se mueva, se mueve en una dirección, hacia un destino. Hay actividad y hay dirección, hacia un destino hacia un de fin. ¿Qué principio se deriva de ello? Para moverse hacia un fin, se ha de conocer de antemano el fin como tal, pero todas las cosas, incluidas las carentes de inteligencia universal que dirija todas las cosas hacia su fin. En otros términos, so todas las cosas actúan con vistas a un fin, y es propio de la inteligencia actuar con vistas a un fin, y además, si incluso los seres inteligentes que actúan por un fin no son libres de elegir el fin como tal sino solamente los medios apropiados para él, debe haber una inteligencia que ordene todos los entes del universo hacia su fin. Y a esta inteligencia infinita y universal que dirija todas las cosas hacia su  fin. Las cosas que se generan o se corrompen es imposible que hayan existido siempre. De ahí que, lo que no es no empieza a ser sino por algo que es, que tiene que ser necesario. De la nada, sólo sale nada.
Ahora se puede preguntar: Esa inteligencia ordenada, ¿se ordena a sí misma y a las demás cosas o es ordenada por otra? Podemos ir ascendiendo en la escala, pero no indefinidamente, porque es necesario llegar a una inteligencia suprema, que sea la ordenadora de todas las cosas a sus fines propios, dentro dl orden general del universo. Así pues, las cinco vías  partiendo cada una de puntos distintos, llegan todas a confluir a un mismo  término, que es Dios: Monitor inmóvil, Causa eficiente no causada, Ser necesario, Ser perfectísimo, Inteligencia suprema  En otros términos, si todas las cosas actúan con vista a un fin, y es propio de la inteligencia actuar con vistas a un fin, y además si incluso los seres inteligentes actúan por un fin no son libres de elegir el fin como tal sino solamente los medios apropiados para él, debe haber una inteligencia que ordene todos los antes del universo hacia su fin. Y a esta inteligencia infinita y universal la llamamos Dios.  Se llega por tanto a la existencia de un ser necesario per se. Este ser no ha recibido el ser de otro, sino que es su mismo ser, el mismo ser Subsistente.
Ockam se lo determina la naturaleza. Descartes no hay finalidad  y Spinoza Deus sive natura.
CONCLUSIÓN.
Santo Tomas presenta pruebas y de entre esas pruebas concede cierta preferencia a la primera, al menos en la medida que la llama la via manifiestior. No obstante sea lo que sea  lo que podamos pensar de esa afirmación suya, la prueba fundamental es realmente la “tercera via”, la que se basa en la contingencia. El  argumento basado  en la contingencia se aplica al hecho especial del movimiento cambio, en la segunda al orden de la causalidad, en la tercera a los grados de perfección y en la quinta a la finalidad. El argumento de la contingencia, se basa en el hecho de que todo debe tener su razón suficiente  la razón por la cual existe. El movimiento o cambio debe tener su razón suficiente en un motor inmóvil , la serie de efectos y causas secundarias en una causa incausada , la perfección limitada en una perfección absoluta y la finalidad y en orden de la naturaleza en una inteligencia ordenadora.  La interioridad de las pruebas de la existencia de Dios que se dan S. Agustin y San buenaventura  están ausente en las cinco vías de Santo Tomás, de hecho puede decirse que las cinco vías de Santo Tomás  son un explicitación de las palabras de la Sabiduría cap 13 y de la Epístola a los Romanos de San Pablo, según la cual Dios puede ser conocido a partir de sus obras, como algo que trasciende a su obras.

martes, 10 de mayo de 2011

Invitan a candidatos presidenciales a marcha por la vida en Perú

Organizaciones pro-vida anunciaron que el próximo 21 de mayo se realizará la Gran Marcha por la Defensa de la Vida a la que están también invitados los candidatos a la Presidencia de Perú, Ollanta Humala (Gana Perú) y Keiko Fujimori (Fuerza 2011).
El evento, que se realizará a partir de las 10:00 a.m. en el Parque Mariscal Castilla (Lince), ha sido organizado por diversas instituciones de defensa de la vida encabezadas por el Centro de Promoción Familiar y Regulación Natural de la Fertilidad (CEPROFARENA) y el Arzobispado de Lima.
En declaraciones a ACI Prensa el Presidente de CEPROFARENA, Dr. Martín Tantaleán explicó que toda la población está invitada a la marcha y que "en principio la invitación a los candidatos de la segunda vuelta está abierta".
"Nadie está excluido, no hay ninguna preferencia, lo que no quisiéramos es que esta marcha no se malinterprete como una cuestión de fijar posición por alguno de los candidatos", añadió.
Sobre la posición en cuanto a la defensa de la vida de los candidatos presidenciales el Dr. Tantaleán destacó que "ningún cristiano y menos católico puede votar por un candidato que piense despenalizar el aborto".
"Desde la primera vuelta electoral hemos hecho una exhortación a que todos los candidatos y quienes pudieran asumir el poder para que se comprometan con respetar la constitución, lo que dice el derecho a la vida desde la concepción, que es algo que la mayor parte de la población peruana manifiesta estar a favor", concluyó sus declaraciones a ACI Prensa.
La segunda vuelta electoral se realizará el próximo 5 de junio. El 25 de abril el candidato presidencial Ollanta Humala reiteró su apoyo al aborto terapéutico y se mostró a favor de ampliar el acceso de los peruanos a métodos anticonceptivos.
En plan de gobierno del candidato presidencial de Gana Perú establece como uno de sus objetivos la despenalización del aborto, pese a que Humala dijo luego de su reunión con el Cardenal Juan Luis Cipriani "que su hogar es católico y está a favor de la vida".
El 25 de abril Ollanta Humala también dijo estar a favor de ampliar el acceso a los métodos anticonceptivos de las mujeres en el Perú.
Sobre este tema la candidata de Fuerza 2011, Keiko Fujimori, ha dicho que en general está opuesta al aborto y solo lo aprueba en los casos de violación y de peligro de muerte para la madre.



domingo, 1 de mayo de 2011

HOMOLIA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI EN LA BEATIFICACION DE JUAN PABLO II

   
Queridos hermanos y hermanas.
Hace seis años nos encontrábamos en esta Plaza para celebrar los funerales del Papa Juan Pablo II. El dolor por su pérdida era profundo, pero más grande todavía era el sentido de una inmensa gracia que envolvía a Roma y al mundo entero, gracia que era fruto de toda la vida de mi amado Predecesor y, especialmente, de su testimonio en el sufrimiento. Ya en aquel día percibíamos el perfume de su santidad, y el Pueblo de Dios manifestó de muchas maneras su veneración hacia él. Por eso, he querido que, respetando debidamente la normativa de la Iglesia, la causa de su beatificación procediera con razonable rapidez. Y he aquí que el día esperado ha llegado; ha llegado pronto, porque así lo ha querido el Señor: Juan Pablo II es beato.
Deseo dirigir un cordial saludo a todos los que, en número tan grande, desde todo el mundo, habéis venido a Roma, para esta feliz circunstancia, a los señores cardenales, a los patriarcas de las Iglesias católicas orientales, hermanos en el episcopado y el sacerdocio, delegaciones oficiales, embajadores y autoridades, personas consagradas y fieles laicos, y lo extiendo a todos los que se unen a nosotros a través de la radio y la televisión.
Éste es el segundo domingo de Pascua, que el beato Juan Pablo II dedicó a la Divina Misericordia. Por eso se eligió este día para la celebración de hoy, porque mi Predecesor, gracias a un designio providencial, entregó el espíritu a Dios precisamente en la tarde de la vigilia de esta fiesta. Además, hoy es el primer día del mes de mayo, el mes de María; y es también la memoria de san José obrero. Estos elementos contribuyen a enriquecer nuestra oración, nos ayudan a nosotros que todavía peregrinamos en el tiempo y el espacio. En cambio, qué diferente es la fiesta en el Cielo entre los ángeles y santos. Y, sin embargo, hay un solo Dios, y un Cristo Señor que, como un puente une la tierra y el cielo, y nosotros nos sentimos en este momento más cerca que nunca, como participando de la Liturgia celestial.
«Dichosos los que crean sin haber visto» (Jn 20, 29). En el evangelio de hoy, Jesús pronuncia esta bienaventuranza: la bienaventuranza de la fe. Nos concierne de un modo particular, porque estamos reunidos precisamente para celebrar una beatificación, y más aún porque hoy un Papa ha sido proclamado Beato, un Sucesor de Pedro, llamado a confirmar en la fe a los hermanos. Juan Pablo II es beato por su fe, fuerte y generosa, apostólica. E inmediatamente recordamos otra bienaventuranza: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo» (Mt 16, 17). ¿Qué es lo que el Padre celestial reveló a Simón? Que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios vivo. Por esta fe Simón se convierte en «Pedro», la roca sobre la que Jesús edifica su Iglesia. La bienaventuranza eterna de Juan Pablo II, que la Iglesia tiene el gozo de proclamar hoy, está incluida en estas palabras de Cristo: «Dichoso, tú, Simón» y «Dichosos los que crean sin haber visto». Ésta es la bienaventuranza de la fe, que también Juan Pablo II recibió de Dios Padre, como un don para la edificación de la Iglesia de Cristo.
Pero nuestro pensamiento se dirige a otra bienaventuranza, que en el evangelio precede a todas las demás. Es la de la Virgen María, la Madre del Redentor. A ella, que acababa de concebir a Jesús en su seno, santa Isabel le dice: «Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá» (Lc 1, 45). La bienaventuranza de la fe tiene su modelo en María, y todos nos alegramos de que la beatificación de Juan Pablo II tenga lugar en el primer día del mes mariano, bajo la mirada maternal de Aquella que, con su fe, sostuvo la fe de los Apóstoles, y sostiene continuamente la fe de sus sucesores, especialmente de los que han sido llamados a ocupar la cátedra de Pedro. María no aparece en las narraciones de la resurrección de Cristo, pero su presencia está como oculta en todas partes: ella es la Madre a la que Jesús confió cada uno de los discípulos y toda la comunidad. De modo particular, notamos que la presencia efectiva y materna de María ha sido registrada por san Juan y san Lucas en los contextos que preceden a los del evangelio de hoy y de la primera lectura: en la narración de la muerte de Jesús, donde María aparece al pie de la cruz (cf. Jn 19, 25); y al comienzo de los Hechos de los Apóstoles, que la presentan en medio de los discípulos reunidos en oración en el cenáculo (cf. Hch. 1, 14).
También la segunda lectura de hoy nos habla de la fe, y es precisamente san Pedro quien escribe, lleno de entusiasmo espiritual, indicando a los nuevos bautizados las razones de su esperanza y su alegría. Me complace observar que en este pasaje, al comienzo de su Primera carta, Pedro no se expresa en un modo exhortativo, sino indicativo; escribe, en efecto: «Por ello os alegráis», y añade: «No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación» (1 P 1, 6.8-9). Todo está en indicativo porque hay una nueva realidad, generada por la resurrección de Cristo, una realidad accesible a la fe. «Es el Señor quien lo ha hecho –dice el Salmo (118, 23)- ha sido un milagro patente», patente a los ojos de la fe.
Queridos hermanos y hermanas, hoy resplandece ante nuestros ojos, bajo la plena luz espiritual de Cristo resucitado, la figura amada y venerada de Juan Pablo II. Hoy, su nombre se añade a la multitud de santos y beatos que él proclamó durante sus casi 27 años de pontificado, recordando con fuerza la vocación universal a la medida alta de la vida cristiana, a la santidad, como afirma la Constitución conciliar sobre la Iglesia Lumen gentium. Todos los miembros del Pueblo de Dios –Obispos, sacerdotes, diáconos, fieles laicos, religiosos, religiosas- estamos en camino hacia la patria celestial, donde nos ha precedido la Virgen María, asociada de modo singular y perfecto al misterio de Cristo y de la Iglesia. Karol Wojtyła, primero como Obispo Auxiliar y después como Arzobispo de Cracovia, participó en el Concilio Vaticano II y sabía que dedicar a María el último capítulo del Documento sobre la Iglesia significaba poner a la Madre del Redentor como imagen y modelo de santidad para todos los cristianos y para la Iglesia entera. Esta visión teológica es la que el beato Juan Pablo II descubrió de joven y que después conservó y profundizó durante toda su vida. Una visión que se resume en el icono bíblico de Cristo en la cruz, y a sus pies María, su madre. Un icono que se encuentra en el evangelio de Juan (19, 25-27) y que quedó sintetizado en el escudo episcopal y posteriormente papal de Karol Wojtyła: una cruz de oro, una «eme» abajo, a la derecha, y el lema: «Totus tuus», que corresponde a la célebre expresión de san Luis María Grignion de Monfort, en la que Karol Wojtyła encontró un principio fundamental para su vida: «Totus tuus ego sum et omnia mea tua sunt. Accipio Te in mea omnia. Praebe mihi cor tuum, Maria -Soy todo tuyo y todo cuanto tengo es tuyo. Tú eres mi todo, oh María; préstame tu corazón». (Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, n. 266).
El nuevo Beato escribió en su testamento: «Cuando, en el día 16 de octubre de 1978, el cónclave de los cardenales escogió a Juan Pablo II, el primado de Polonia, cardenal Stefan Wyszyński, me dijo: “La tarea del nuevo Papa consistirá en introducir a la Iglesia en el tercer milenio”». Y añadía: «Deseo expresar una vez más gratitud al Espíritu Santo por el gran don del Concilio Vaticano II, con respecto al cual, junto con la Iglesia entera, y en especial con todo el Episcopado, me siento en deuda. Estoy convencido de que durante mucho tiempo aún las nuevas generaciones podrán recurrir a las riquezas que este Concilio del siglo XX nos ha regalado. Como obispo que participó en el acontecimiento conciliar desde el primer día hasta el último, deseo confiar este gran patrimonio a todos los que están y estarán llamados a aplicarlo. Por mi parte, doy las gracias al eterno Pastor, que me ha permitido estar al servicio de esta grandísima causa a lo largo de todos los años de mi pontificado». ¿Y cuál es esta «causa»? Es la misma que Juan Pablo II anunció en su primera Misa solemne en la Plaza de San Pedro, con las memorables palabras: «¡No temáis! !Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!». Aquello que el Papa recién elegido pedía a todos, él mismo lo llevó a cabo en primera persona: abrió a Cristo la sociedad, la cultura, los sistemas políticos y económicos, invirtiendo con la fuerza de un gigante, fuerza que le venía de Dios, una tendencia que podía parecer irreversible. Con su testimonio de fe, de amor y de valor apostólico, acompañado de una gran humanidad, este hijo ejemplar de la Nación polaca ayudó a los cristianos de todo el mundo a no tener miedo de llamarse cristianos, de pertenecer a la Iglesia, de hablar del Evangelio. En una palabra: ayudó a no tener miedo de la verdad, porque la verdad es garantía de libertad. Más en síntesis todavía: nos devolvió la fuerza de creer en Cristo, porque Cristo es Redemptor hominis, Redentor del hombre: el tema de su primera Encíclica e hilo conductor de todas las demás.
Karol Wojtyła subió al Solio de Pedro llevando consigo la profunda reflexión sobre la confrontación entre el marxismo y el cristianismo, centrada en el hombre. Su mensaje fue éste: el hombre es el camino de la Iglesia, y Cristo es el camino del hombre. Con este mensaje, que es la gran herencia del Concilio Vaticano II y de su «timonel», el Siervo de Dios el Papa Pablo VI, Juan Pablo II condujo al Pueblo de Dios a atravesar el umbral del Tercer Milenio, que gracias precisamente a Cristo él pudo llamar «umbral de la esperanza». Sí, él, a través del largo camino de preparación para el Gran Jubileo, dio al Cristianismo una renovada orientación hacia el futuro, el futuro de Dios, trascendente respecto a la historia, pero que incide también en la historia. Aquella carga de esperanza que en cierta manera se le dio al marxismo y a la ideología del progreso, él la reivindicó legítimamente para el Cristianismo, restituyéndole la fisonomía auténtica de la esperanza, de vivir en la historia con un espíritu de «adviento», con una existencia personal y comunitaria orientada a Cristo, plenitud del hombre y cumplimiento de su anhelo de justicia y de paz.
Quisiera finalmente dar gracias también a Dios por la experiencia personal que me concedió, de colaborar durante mucho tiempo con el beato Papa Juan Pablo II. Ya antes había tenido ocasión de conocerlo y de estimarlo, pero desde 1982, cuando me llamó a Roma como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, durante 23 años pude estar cerca de él y venerar cada vez más su persona. Su profundidad espiritual y la riqueza de sus intuiciones sostenían mi servicio. El ejemplo de su oración siempre me ha impresionado y edificado: él se sumergía en el encuentro con Dios, aun en medio de las múltiples ocupaciones de su ministerio. Y después, su testimonio en el sufrimiento: el Señor lo fue despojando lentamente de todo, sin embargo él permanecía siempre como una «roca», como Cristo quería. Su profunda humildad, arraigada en la íntima unión con Cristo, le permitió seguir guiando a la Iglesia y dar al mundo un mensaje aún más elocuente, precisamente cuando sus fuerzas físicas iban disminuyendo. Así, él realizó de modo extraordinario la vocación de cada sacerdote y obispo: ser uno con aquel Jesús al que cotidianamente recibe y ofrece en la Iglesia.
¡Dichoso tú, amado Papa Juan Pablo, porque has creído! Te rogamos que continúes sosteniendo desde el Cielo la fe del Pueblo de Dios. Desde el Palacio nos has bendecido muchas veces en esta Plaza. Hoy te rogamos: Santo Padre: bendícenos.  Amén.